“Presente continuo”: el cine como espacio de encuentro y descubrimiento
La 22ª edición del Festival Tandil Cine tuvo como gran ganadora a Presente continuo, la película del realizador Ulises Rosell, que conmovió al público y al jurado por su mirada sensible y profundamente humana. El filme, rodado con una impronta íntima y artesanal, nació de una búsqueda personal que el director sostuvo durante años: la necesidad de registrar la vida cotidiana junto a su hijo Lisandro, quien forma parte del espectro autista.

“Siempre estuvo la idea de hacer una película con mi hijo, de que había una película en las particularidades de Lisandro, en nuestra forma de vida con Lis. Aunque forma parte del espectro autista, su forma de estar en el mundo siempre me pareció cinematográfica”, contó Rosell. “Fue una especie de tira y afloje con la idea de sobreexponer mi intimidad y la de mi familia y, a la vez, sentir que cuando tenés esa intuición de que algo tiene que ser filmado y no lo filmás, hay una especie de cobardía en no hacerse cargo.”
El proyecto, que finalmente vio la luz después de varios intentos, surgió en un contexto de crisis. “Sentí que se armaba la oportunidad de hacer la película cuando nos quedamos sin Instituto de Cine, cuando entendí que no iba a haber ningún apoyo y que necesitaba expresar algo. Tenía ganas de filmar la crisis en la que estábamos, que en mi caso pasaba tanto por el cine como por la discapacidad”, recordó.
Antes de encontrar la forma definitiva, Rosell había intentado realizar la película con una estructura más tradicional, con camarógrafo, sonidista y equipo técnico completo. Sin embargo, ese formato no lo satisfizo. “Se perdía algo de la esencia. Volví a lo más artesanal, al oficio, a ponerme yo con una camarita, en las mismas condiciones que les pido a mis alumnos de la universidad cuando filman un ejercicio. Me despojé del profesionalismo en el sentido de convocar un equipo o un presupuesto, para confiar en el profesionalismo de saber narrar, de hacerme cargo del montaje, del sonido. Hoy la tecnología permite hacer una película artesanal y llevarla al cine con solvencia técnica.”
Esa decisión estética —volver al registro directo, íntimo y sin intermediarios— fue también un modo de acercarse al misterio que encierra la relación con su hijo. “Lisandro es una persona a la que le ponés una cámara a diez centímetros de los ojos y se duerme igual, sin ninguna intervención. Tiene rincones de misterio que no alcanza ningún otro intérprete. Y me parecía que eso, más que exponerlo, había que registrarlo.”
En Presente continuo, Rosell entrelazó documental y ficción para construir una obra que reflexiona sobre la comunicación, los vínculos y la diferencia. “Quise hacer una película política y educativa. La persona que nunca se relacionó con alguien con discapacidad, viendo la película, puede recorrer el mismo camino que el personaje de ficción que se acerca a Lisandro. Es un recorrido lleno de escollos, pero también de satisfacciones, de vencer prejuicios.”
Ese personaje —interpretado por el cineasta estadounidense Jeff Zorrilla— funcionó como un espejo del espectador. “Jeff no conocía a Lisandro. Es extranjero, y eso me gustaba, porque a veces entender al discapacitado es como estar en un país donde no sabés el idioma: estás tambaleando, no sabés si te entienden. Le pedí que hiciera lo que sintiera necesario para comunicarse con Lisandro. Si la comunicación funcionaba, genial; si fracasaba, también. Porque ese era el sentido de la película.”
La estructura narrativa del filme se organizó en tres actos: el teatro, el rodaje de una serie en Pinamar y unas vacaciones de verano con la abuela. “Ir cerrando de a una esas unidades me quitó el peso de pensar que estaba haciendo un largometraje con una persona indirigible. Lisandro no sigue pautas: lo que sucede, sucede. Y esa también fue una base de la película: bajarme el ego como realizador.”
Más allá del reconocimiento obtenido en el festival, Presente continuo fue para Rosell una experiencia vital. “Era un plan para compartir algo. Porque de última eso también es el cine: un lugar al que querés volver. Para mí, el rodaje siempre fue una situación en la que quise fabricarme un buen plan con otras personas. En este caso, con mi familia, con Lisandro. Era una forma de encontrarnos en otro lugar.”
El proceso, según relató, estuvo guiado por la intuición y la práctica. “Aprendí a filmar sin pensar tanto. Metí tres o cuatro jornadas sin juzgarme, sin mirar si clavé el foco o si el sonido estaba bien. Después aparece la forma. Cuando lográs hacer pie, sabés por dónde seguir.”
Ganadora del 22° Tandil Cine, Presente continuo se consolidó como una obra profundamente personal y, a la vez, universal. Un relato que atraviesa lo cotidiano para hablar de lo humano, de los vínculos y de las maneras posibles de comunicarse. Entre la ternura, la reflexión y la poesía visual, la película de Ulises Rosell dejó en claro que el cine todavía puede ser un gesto íntimo, político y vital: una forma de mirar y mirarse, de habitar un presente continuo.